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Evolución

Evolución En su último libro, The Ancestor’s Tale, Richard Dawkins cuenta la historia de la evolución a través de un recorrido que, curiosamente, empieza a transitarse hacia atrás, hacia el origen de la vida, un recorrido que comienza con los humanos en lugar de terminar en ellos y que nos lleva, a través de millones de años, hasta el comienzo de nuestra propia historia evolutiva. Alguien, de algún modo, podría pensar que toda la evolución ha estado siempre dirigida hacia la humanidad; pero en la evolución –explica el propio Dawkins- todos somos puntos culminantes contemporáneos (apunta Dawkins: ¡al menos de momento!), y uno podría dirigir su mirada hacia cualquier parte, incluso hacia los canguros, las mariposas o las ranas. La idea de ir hacia atrás le recordó a Dawkins la noción de peregrinación como forma de recurso literario. Un grupo de peregrinos humanos camina hacia atrás para descubrir a sus ancestros y va conociendo en el camino a los peregrinos chimpancés, a los peregrinos gorilas, a los peregrinos orangutanes, etcétera. Al final del viaje, los peregrinos bacterias saludan encantados desde una rama del árbol de la vida y de la ciencia, celebrando con alborozo que todo tiene sentido. También saludan los canguros y las mariposas y las ranas, y todos aquellos que tienen noticias, ahora, de su origen y de su ascendencia.

Como si se tratase de dos peregrinos camino de su origen, Tim y Sue caminan sobre las huellas de dos australopitecus, ancestros de la raza humana, que sugieren un macho y una hembra que sencillamente caminan juntos. Pero no está nada claro que Tim y Sue (me he permitido llamarlos así, dado que se trata de dos esculturas –autorretratos- con las facciones de los propios artistas, Tim Noble & Sue Webster) caminen hacia atrás como en el relato de Dawkins, e incluso Sue Webster ha comentado en alguna ocasión que se trataría más bien de dos supervivientes de un desastre nuclear (es decir, caminarían hacia adelante) y que estaríamos, en todo caso, ante el momento iniciático de una nueva humanidad. La instalación de Tim Noble y Sue Webster (The New Barbarians) ha podido ser contemplada hasta hace unos días en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, y en ella, dos figuras, desnudas y desprovistas de vello, pasean sin rumbo definido por un escenario blanco e infinito. Las esculturas, hechas de fibra de vidrio y resina translúcida, contemplan lo que les rodea con una mezcla de seriedad y sorpresa muy propia de humanos. La humanidad y lo humano están presentes en el gesto milenario de los juegos de pareja, pero también en atisbos de inquietud y de extrañeza que parecen anunciar la llegada de lo desconocido.

¿Hacia donde caminan, pues, con estos antecedentes, Tim y Sue? Lo dicho: no está nada claro. Las múltiples posibilidades interpretativas nos hacen pensar que, en un momento de su recorrido, en una esquina imprevista o en una ladera de humedad o de niebla, podrían encontrarse con el mismísimo Ludwig Wittgenstein, o con un discípulo aventajado de Ludwig Wittgenstein, y entonces lo desconocido adoptaría la forma sospechosa del misterio o la forma criminal de la absoluta falta de certeza; porque Wittgenstein, entonces (o, si lo prefieren, un discípulo aventajado de Wittgenstein), podría indicarles lo absurdo de su historia y lo dudoso de su propio recorrido, y Tim y Sue estarían ante una necesidad impostergable e inmediata de definición, sucediéndose las preguntas como se suceden los pasos en el camino, concibiendo entre ambos, por cada paso, una nueva pregunta. ¿Somos como dicen que somos, cariño, o ya no es Darwin nuestro verdadero padre? Y Wittgenstein (o el discípulo aventajado de Wittgenstein): ¿vio alguien cómo se producía ese proceso? No. ¿Ha habido alguien que lo haya visto ocurriendo en el presente? No. La evidencia de la reproducción es sólo una gota en un cubo. ¡Menos mal que, al menos, Tim y Sue evitarán en su camino a los defensores del "diseño inteligente" y a los cristianos evangelistas norteamericanos que se oponen con todas sus fuerzas a la teoría darwiniana de la evolución! Menos mal que, al final de su camino, a Tim y a Sue los espera el propio Dawkins (o un discípulo aventajado de Richard Dawkins) para explicarles, con detenimiento, que esto no son más que tonterías y que pueden imaginar, si lo desean, lo del detective que va a la escena del crimen después de que éste se haya cometido (apunta Dawkins: ¡obviamente!) y debe averiguar qué ha pasado observando las pistas que quedan. En la historia de la evolución –les dirá Dawkins- las pistas se cuentan por millones y pueden estar tranquilos; es decir: pueden seguir caminando. Los canguros y las mariposas y las ranas, pueden dormir despreocupados porque su historia, The Ancestor’s Tale , parece cierta; y fueron felices, etcétera, y comieron perdices. No pasa nada con esto –concluirá Dawkins- porque Tim y Sue podrán seguir caminando hasta el centro mismo del problema o hasta uno de sus márgenes, hasta el origen de la vida o hasta el abismo imposible de lo desconocido, hasta perderse en el horizonte o en el fondo de todas las posibles narraciones.

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